Como un aliento invisible se escapa por las múltiples fisuras que el asfalto ofrece como cobijos inertes , mientras tus tripas se retuercen y lo que es peor , sin tener ni la más mínima idea de porqué.
El Maquinista pilota como un autómata los complicados controles de la máquina a presión. Ella se mueve , retrocede , e incluso. Pero las tripas siguen traicionándote , y se revuelven , esta vez con más fuerza. Se revuelven contra tí , contra El Maquinista , contra la máquina.
Los sentidos se diluyen , la máquina patina , y las grietas del asfalto se llenan de miles y miles de tripas retorcidas. Retorcidas en la confusión de no saber el porqué.
Nada tiene sentido , salvo la soledad. Esta soledad física , palpable , que como un virus casual impregna todo lo que toca.
Rebusca a todas esas tripas retorcidas en las grietas del asfalto y siente en carnes propias el vacío doloroso de lo inexplicable.
El sueño me vence , me tomaré un ...... y daré un fictíceo descanso al Maquinista.
De todas formas siempre quedan alguna opciones : Puedes militar en las filas más radicales del nihilismo , sumergirte de lleno en la punzante creatividad ....... o saltarte la tapa de los sesos con el revólver que robaste en casa de tu amigo el policía.
POR DAVID LÓPEZ SALAS.
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ResponderEliminarIncreíble, me fascina la prosa y la construcción de un pequeño relato que a pesar de todo te llena de intensidad, lo vives
ResponderEliminarGracias Mary. Solo soy un aficionado.
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